Adolescencias TransVirtuales: entre el Frenesí y el Vértigo

Resulta imperativo no seguir ‘leyendo’ las vidas de estas adolescencias del S.XXI con las lentes del S.XX porque hay el riesgo de que nuestros pre-juicios ignoren su realidad, de la misma manera que las generaciones anteriores se equivocaban cuando trataban de trasladar, sin más, sus experiencias vividas a las nuestras. Las condiciones históricas cambian y eso modifica las formas de vivir.

Propongo pensar en 3 transformaciones que nos sirven hoy como ejes de lectura de esta nueva realidad.

La primera tiene que ver con lo que podemos llamar el Frenesí y el Vértigo, dos emociones que definen bien la época en la que vivimos, marcada por un empuje a buscar la satisfacción de manera inmediata y, a veces, compulsiva, a través de los objetos que consumimos o en las experiencias que vivimos, que siempre esperamos que sean intensas y excelentes, como si no pudiéramos aburrirnos nunca o darnos un tiempo de espera entre una satisfacción y otra. Eso nos lleva del frenesí al vértigo, del no parar y del estado de euforia a la ansiedad por no alcanzar los objetivos previstos o por el temor a no estar a la altura de ese reto. Por eso, junto a toda esta euforia encontramos la otra cara de la moneda: lo que decae porque no se sostiene: autolesiones, TCA, ideas autolíticas, fracaso escolar, adicciones, sentimientos de fracaso.

Las generaciones anteriores, socializadas en entornos más austeros, tienden a leer ese frenesí como ‘adolescentes caprichosos, volubles e insaciables’. De esa manera olvidan dos cosas importantes. La primera es que, esos objetos de consumo y muchas de esas experiencias se las proporcionan ellos, y la segunda es que, los adolescentes de hoy son víctimas de la tiranía de esos objetos que no dejan de generarles nuevas servidumbres que nosotros apenas conocimos.

La segunda transformación tiene que ver con las Identidades sexuales. Aquí tampoco vale juzgar su situación en relación a los esquemas anteriores donde el binarismo era la norma. La anatomía funcionaba como destino y los tipos sexuales estaban claros: si uno nacía hombre o mujer tenía clara su elección. El problema, para la mayoría, eran los medios para realizarla y su satisfacción posterior. Sólo para unos pocos, esa elección quedaba en la clandestinidad del armario.

Hoy las cosas han cambiado y lo trans, tan de moda entre adolescentes, ya no es una excepcionalidad ni algo patológico. Hay, efectivamente, las personas transexuales que deciden intervenir sobre su cuerpo para devenir otra persona con otro sexo, porque consideran que han nacido en el cuerpo equivocado. Eso les ocurre a algunos, pero, más allá de estos casos de transexualidad, el fenómeno trans actual es más amplio y no supone, de entrada, ninguna patología. Es una nueva realidad en la que los adolescentes transitan de un género a otro, explorando esos cambios antes de concluir en una identificación más sólida. A veces, incluso, esa fluidez se mantiene durante la vida adulta. Escuchamos con frecuencia a adolescentes que refieren contactos sexuales con personas de su mismo sexo, después o antes de haberlos tenido con otras del sexo contario y sin que ello les suponga mayores problemas que algunas confusiones o vacilaciones. Lo Trans es una modalidad del estar y un tiempo para comprender la salida del túnel freudiano de la pubertad.

La tercera gran transformación ha sido la Virtualidad, esa nueva realidad digital -que ya se anuncia cada vez más inmersiva bajo la forma del Metaverso- en la que ellos/as viven, mientras que muchos de nosotros solo vamos a ratos. El riesgo es que contemplemos esa experiencia que tienen desde nuestra condición analógica, porque muchos nos socializamos sin Internet y ha sido, ya adultos, que hemos descubierto esa posibilidad. En una investigación sobre Familias y redes digitales constatamos cómo la mayoría de padres/madres calificaban a sus hijos/as de adictos por el tiempo que pasaban con los gadgets, imaginado como un tiempo de juego. Lo cierto es que hacen muchas más cosas, además de jugar: hacen amigos/as, se informan, siguen a sus influencers, acosan o son acosados, buscan respuestas a sus interrogantes, desde los más cotidianos hasta algunos dramáticos como el sentido de la vida o las formas de autolesionarse. Pero, sobre todo, las RRSS son importantes porque allí encuentran su inscripción, de la misma manera que lo hacíamos nosotros en la presencialidad (club deportivo, pandilla de amigos, asociación).

Nuestra tarea como influencers privilegiados debe orientarse a ayudarles a manejarse con esa nueva realidad porque, aunque no haya sido la nuestra, tenemos recursos para acompañarlos: limitando la sobresaturación sensorial, sustituyendo algunos regalos por experiencias presenciales, dándoles tiempo a concluir sin precipitación y sin patologizar ese tránsito, con la Serenidad que nos proponía Heidegger ante las novedades técnicas.

 

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