Puntuaciones sobre “Dócil a lo trans” de J.-A. Miller

A lo largo del artículo de J.-A. Miller “Dócil a lo trans1, es posible establecer un eje conceptual centrado en ubicar la revuelta trans en el marco de sus coordenadas discursivas actuales y de sus antecedentes históricos.

Con relación a estos últimos, tenemos una primera referencia en el cambio de paradigma resultante del desmantelamiento del Sujeto Supuesto Saber que regía el orden médico. A partir de allí, el pasaje de la “dictadura sanitaria” a la “democracia sanitaria” deriva en la entronización del ciudadano como sujeto empoderado que reclama incondicionalmente el ejercicio de sus derechos, y que se rebela contra la patologización de su libertad de elección y de su forma de gozar.

Se trata de desmantelar el orden de los privilegios, y en esta impronta lógica se van inscribiendo las sucesivas variantes de comunidades victimizadas que asumen una posición de reivindicación.

Podemos ubicar así una segunda referencia en la llamada “guerra de los sexos”, con el surgimiento de los movimientos feministas y el “Me Too”, y la reacción a los mismos por parte del movimiento masculinista MGTOW (Men Going Their Own Way: “Hombres que siguen su propio camino”), que ven su virilidad amenazada ante el surgimiento de una supremacía de las mujeres. Así, para ellos, el empoderamiento obtenido por las mujeres conlleva su disfrute de beneficios en detrimento de los hombres: se trata de ellas o nosotros, con la consecuente deriva hacia una misoginia a ultranza.

J.-A. Miller se detiene aquí para plantear el punto crucial del eje conceptual de su texto: “estos procesos de acción y reacción, y su progresiva virulencia en esta guerra de los sexos, dan cuenta del espíritu de los nuevos tiempos a partir de un cambio de paradigma, que se basa en la injusticia distributiva. La misma se sustenta en una matriz de dominación donde la asignación de derechos termina siendo la resultante de un axioma de supremacía”.

De este modo, ante una escalada en un momento histórico dado de la supremacía de las mujeres, sobreviene un movimiento reaccionario inverso para la disputa de la posición dominante. Pero la característica del paradigma actual es que la deriva del axioma de supremacía no va en el sentido de la búsqueda de vías de negociación y consenso, de la apelación a conocidos ideales pacifistas de otras épocas, sino que su segundo momento es un “axioma de separación”.

¿En qué consiste, y cuáles son sus implicancias? Se basa en la negativa a todo pacto, a cualquier tipo de inclusión de lo diferente. “Lo que se parece, se junta. Que nadie entre aquí si es diferente”; se reniega del pacifismo, la oposición no es dialectizable. Miller nos dice: “Esta incandescencia refleja el ascenso irresistible, en la época, del deseo de segregación […] suprematismo y separatismo son los dos pechos de la segregación”.

En este paradigma actual asistimos entonces a estas nuevas formas de los procesos segregativos, que ya fueran en su momento anticipadas por Jacques Lacan: “Simplemente, en la sociedad […], todo lo que existe se basa en la segregación, y la fraternidad lo primero. Incluso no hay fraternidad que pueda concebirse si no es por estar separados juntos, separados del resto”2.

Una tercera referencia de este desarrollo corresponde al abordaje del fenómeno trans. ¿Cómo se inserta en el devenir histórico y en este paradigma actual? No por nada Miller hace una alusión a los descoloniales y al movimiento woke: en ese sentido, vale la pena hacer una breve reseña del surgimiento y postulados de este último, ya que la concepción de lo transgender se inscribe como una de sus variantes.

El movimiento woke tuvo su origen en los EEUU, entre 2011 y 2016, en el seno de la América progresista blanca; la muerte en 2014 del joven afroamericano Michael Brown abatido por un policía blanco generó un fuerte impulso al movimiento Black Lives Matter, pero si bien surgió como lucha contra el racismo, el woke postula reivindicaciones que tienden a abolir las distintas formas de discriminación. Se basa en la “interseccionalidad”, que es la confluencia de varias “identidades oprimidas” en una misma persona o grupo, y es la noción que permite combatir a la vez el racismo, el sexismo, la homofobia y el capitalismo.

Deudora del marxismo, la ideología woke ha cambiado la lucha de clases por la lucha de identidades. La vida social queda así reducida a un conflicto permanente entre opresores y oprimidos.

Argemino Barro, periodista corresponsal en Nueva York, destaca que este movimiento surgido en las universidades progresistas americanas recoge la influencia de Herbert Marcuse con su teoría de la historia como una dialéctica entre grupos opuestos de opresores y oprimidos3.

Asimismo, Argemino Barro señala en otro artículo que “el wokeism rechaza la existencia de una gran verdad objetiva y le rinde obediencia, por el contrario, a la ‘experiencia vivida’. […] Tu identidad racial, sexual o de género definirá el 100% de tu existencia”4.

En este contexto, lo trans forma parte de ese conjunto de “oprimidos” que han pasado a la ofensiva para hacer valer su sensibilidad frente al enemigo que lo discrimina. Éric Laurent lo expresa con mucha claridad: “El trans se ha separado del transexual, él no se define por su creencia sino por una voluntad de desmontar una asignación. […] Los sujetos trans sufren de la inadecuación de su cuerpo, y no de la creencia de que son del otro sexo. Sufren de “disforia de género”. En esta perspectiva, el mal viene del Otro. No pueden incluir su cuerpo en una sociedad transfóbica”5.

Al encarar la cuestión de lo trans en este texto, Miller habla de una nueva emoción: efectivamente, podemos pensar que las dos referencias anteriores de los antecedentes históricos se sostienen sobre la base del binarismo y del reconocimiento de la diferencia. Pero la posición subjetiva del trans viene a patear el tablero, juega con sus propias reglas, y además encaramado en el axioma de separación: “NO PASARÁN”.

El trans provoca un nuevo problema, no en el género sino un desorden en la guerra de los sexos, es el “genio que se salió de la botella” y desarticula los discursos previos. La asunción de una identidad no-binaria plantea el problema lógico del surgimiento de un nuevo binarismo: por un lado, los no-binarios, y por otro los binarios, con la consiguiente renovación de la segregación, tal como lo señala Flavia Hofstetter6.

Pero el triunfalismo trans basado en acabar con toda forma de binarismo derivado de la hegemonía patriarcal, conlleva la idea de la instauración de una nueva supremacía: así, el trans encarna el futuro de todo hombre y de toda mujer, el adalid indiscutido de la autonomía de género, incluso el que tomaría el relevo del pueblo elegido. Estamos entonces ante una nueva épica y una nueva utopía.

En este panorama, ser “dócil al trans” implica para el psicoanálisis sostener la posición ética inaugurada por Freud en su abordaje de la cura en la histeria.

A partir de este recorrido, es posible entender también por qué J.-A. Miller ha decidido bautizar al 2021 como “Año Trans”: la irrupción del movimiento transgénero va más allá de la aparición de una variante más de las múltiples comunidades de goce que se van sumando ad infinitum, ya que se perfila como el actual referente prínceps de la cuestión identitaria y su eventual deriva supremacista.

La tormenta ha estallado, dice Miller. Entonces, ¿cuál es su incidencia en la política del psicoanálisis frente al hecho de una guerra que ha sido declarada de forma unilateral? Con este desafío vigente, el año trans continuará…

 

Notas:

  1.  Lacan Quotidien nº 928, 25 de abril de 2021.
  2.  Lacan J. El seminario, libro XVII, La ética del psicoanálisis, Barcelona, Paidós, 1992, pág. 121.
  3. Generación Woke’: las raíces de un nuevo puritanismo”.
  4. “Doctrina ‘woke’ (II): los orígenes del gran despertar. Poder, neolengua y culto al agravio”.
  5.  Laurent E. “Âge de raison, âge d’inclusion ?”, Lacan Quotidien nº 929, 6 de mayo de 2021.
  6.  Hofstetter F. “¿El exilio del género?”, Lacan Quotidien nº 928, op. cit.

 

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