¿Una epistemología de la diferencia sexual?

Qué lejos de la experiencia resulta este hilo argumental de la “epistemología de la diferencia de los sexos”,1 con el que Paul B. Preciado aborda esta cuestión que resulta ser una de las preguntas definitivas que se ponen en juego en la infancia, junto con la del origen de los niños.

Plantearlo como una epistemología caduca de la que nos responsabiliza a los psicoanalistas, a la vez que nos promete otra nueva mucho más actual podríamos decir, o más abierta, o más adecuada al discurso de la época; contrasta radicalmente con la forma con que mitos o leyendas tratan de dar cuenta de este interrogante que no ha dejado nunca de serlo y que trae a la época actual una nueva forma de interrogación.

Una leyenda circulaba entre las niñas de alrededor de los 8 ó 9 años según la cual, pasando debajo del arco iris te convertías en chico. ¿De qué respuesta da cuenta esta posibilidad fantaseada? Aprendimos con Freud que el saber nos llega, porque tenemos la necesidad de responder a lo que de la vida nos apremia y, en el momento de las metamorfosis de la pubertad, el cuerpo se vuelve extraño a la vez que registra señales a las que parece necesario dar una localización y los órganos sexuales pueden funcionar como destinatarios. Sin embargo, es interesante interrogar, qué función desempeña una práctica muy común en las niñas de esta edad cuando se entregan a todo tipo de figuras acrobáticas en un intento quizás, de dominar ese cuerpo libidinal o de proponerle una disciplina con la que sujetarlo o simplemente jugar a darle otras formas deseadas o, acompasar en el cuerpo las transformaciones con las que las metamorfosis de la pubertad lo colonizan.

Maia Kobabe es autora de Género queer una novela gráfica autobiográfica que fue publicada en castellano en el 2020 y que hoy está prohibida en varios estados de los EEUU. Al parecer ella “quiso revelarse como persona no binaria, pero… no había un lenguaje para hablar de ello y se encontró luchando para saber cómo sacar el tema en una conversación” por lo que “a falta de palabras” se puso a dibujar.

No sabemos si Maia jugaba a hacer el pino o la voltereta lateral en su pubertad, pero comparte con los y las niñas de hoy la experiencia de la falta de palabras para dar cuenta de lo que en el psicoanálisis de la orientación lacaniana definimos como goce, una experiencia del cuerpo de la que ninguna de las palabras de las que el lenguaje dispone, puede dar una traducción.

El riesgo está en que esta nueva epistemología se presente como La respuesta a los impases entre el tiempo, el cuerpo y el significante y de cuya articulación no hay un conocimiento que pueda venir a dar cuenta sino formas, una por una, de responder.

Quizás ya no es el arcoíris la marca de lo imposible, pero ¿dónde podemos situarla ahora?

 

Notas:

  1. Paul B. Preciado, Yo soy el monstruo que os habla. Informe para una academia de psicoanalistas. Nuevos cuadernos anagrama, octubre 2020

 

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